Mucho se ha dicho sobre la reverencia del presidente Trump por William McKinley, su predecesor en la Casa Blanca, quien utilizó los aranceles para afirmar la supremacía comercial de Estados Unidos.
Ahora otro gran pionero está en el punto de mira: James Monroe, quinto presidente de los Estados Unidos y el hombre que promulgó la llamada Doctrina Monroe en 1823.
Se trataba esencialmente de un intento de disuadir la influencia europea en América, Norte y Sur, y al mismo tiempo dar a Washington libertad de acción en lo que consideraba su propio patio trasero.
En otras palabras: Estados Unidos se creó una esfera de influencia y a cambio aceptó no interferir en Europa.
Ames Monroe, quinto presidente de los Estados Unidos, promulgó la llamada Doctrina Monroe en 1823.
El Presidente y la Primera Dama llaman a hombres y mujeres militares en Nochebuena.
Si había un sentido de reciprocidad, la prioridad era clara: dentro de su propia esfera de influencia, Estados Unidos tenía la libertad de perseguir sus intereses.
Hoy los ecos son inconfundibles. Algunos comentaristas se ríen cuando Trump habla de anexar Groenlandia o convertir a Canadá en el país número 51, pero el presidente habla absolutamente en serio. Estas masas de tierra son parte del continente americano o al menos están conectadas a él.
Lo serio que es en cuanto a crear una esfera de influencia estadounidense se puede ver en la decisión de Trump de intervenir tan directamente en Venezuela, confiscando petroleros e interrumpiendo un comercio lucrativo que apoya al régimen renegado de izquierda -y muy antiestadounidense- de Caracas.
De hecho, la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 de la administración Trump, publicada el mes pasado, reconoció oficialmente que Estados Unidos considera oficialmente a América Latina como su patio trasero.
Según los críticos, Estados Unidos está participando en una “diplomacia de cañonera” contra Venezuela. Aún así, hay buenas razones para las acciones de Washington, así como paralelismos claros –y actuales–.
La seguridad colectiva se convirtió en la norma en Estados Unidos ya en 1948 con la fundación de la Organización de Estados Americanos. La seguridad colectiva significa que los estados nacionales se comprometen a defenderse unos a otros y tratan un ataque contra uno como un ataque contra todos.
En el mundo moderno, es totalmente razonable considerar el cibercrimen, el terrorismo y el narcotráfico como formas modernas de guerra, y se acusa a Venezuela de apoyar todas estas cosas.
Y es por eso que la administración Trump apuesta por utilizar su poder marítimo para contener a lo que considera un enemigo peligroso.
Lo serio que es en cuanto a crear una esfera de influencia estadounidense se puede ver en la decisión de Trump de intervenir tan directamente en Venezuela, confiscando petroleros e interrumpiendo un comercio lucrativo que apoya al régimen renegado de izquierda -y muy antiestadounidense- de Caracas.
Este enfoque asertivo traerá mayor seguridad y prosperidad no sólo a la región sino al mundo entero, afirman.
Sólo necesitamos mirar hacia el este y ver la destrucción de sangre y tesoros causada por la interferencia de Rusia en Ucrania. Representa una clara amenaza al bienestar de todos y no se debe permitir que suceda. Sin duda, Europa tiene razón al insistir en la seguridad colectiva.
Pero si a Europa se le permite intervenir y desafiar a Rusia –como lo ha hecho durante cuatro años–, ¿qué impedirá entonces que Estados Unidos haga lo mismo en América?
El propósito más amplio del uso de la Doctrina Monroe por parte de Trump, por supuesto, es expulsar de la región a su principal rival geopolítico, China. Washington está particularmente interesado en impedir que dos empresas, COSCO Shipping Ports y Hutchison Ports, operen el Canal de Panamá, que es vital para el transporte marítimo estadounidense.
La primera de ellas es una empresa china. El otro tiene su sede en Hong Kong.
El presidente Donald Trump llama a los niños mientras usa el Santa Tracker del Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD) para rastrear los movimientos de Santa en Nochebuena en Mar-a-Lago.
Aunque sus rivales DP World de Dubai y MAERSK de Dinamarca no son de ninguna manera estadounidenses, Trump los considera libres de la influencia china y candidatos altamente preferidos.
Nada en la Doctrina Monroe impide a Estados Unidos hacer excepciones cuando le convenga. La practicidad lo es todo. De hecho, la practicidad es la fuerza impulsora.
Cualesquiera que sean los orígenes de la expansión de la OTAN hacia el este y la respuesta furiosa –y sanguinaria– de Putin, ya no es posible para Estados Unidos garantizar la seguridad colectiva de Europa. Esos tiempos ya pasaron.
Hoy vivimos en un mundo nuevo en el que grupos de naciones deben ser responsables de su propia seguridad.
La Doctrina Monroe se aplicará lo quiera o no Europa. Es la nueva realidad.
















