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Nuestros hijos ganan más que “correr, esconderse, defender”

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La Segunda Enmienda tiene algo estadounidense único para usar armas. Ningún otro país en el mundo ancla un derecho. Y el desgarrador también es algo estadounidense único de nuestros niños que practican el dólar “corriendo, esconderse, defender” en la escuela.

Esta mañana, mi hija de 7 años me contó sobre su ejercicio. Ella me dijo que su clase debe ser la más rápida porque son el primer salón de clases en el campus. Ella me preguntó: “¿Qué sucede si no somos los más rápidos y alguien estaba allí para lastimarla?” Luego, con el tipo de creencia ciega, solo me dijo un niño que su maestra dijo que la protegería. (¡No ganamos ningún maestro!)

Nadie y nada los preparan para esta conversación como padre. Y no importa cuánto quiera, ya no puedo mirar a mi hija a los ojos y garantizar su seguridad con 100% de seguridad si la saco en la escuela todas las mañanas. Esta verdad es devastadora.

Fui junior en la Escuela Secundaria Prospect en Saratoga el 20 de abril de 1999 – Día de Columbine. Recuerdo la confusión, la incredulidad y la sensación colectiva de que algo había cambiado para siempre en Estados Unidos. En ese momento era completamente impensable que los niños pudieran ser derribados en sus corredores escolares. Fue una tragedia. Y, sin embargo, lo hemos visto una y otra vez en los años: Virginia Tech, Sandy Hook, Parkland, Uvalde y muchos otros para nombrarlos.

Lo que alguna vez fue inimaginable se ha convertido en rutina. Hemos pedido a generaciones de estudiantes que practiquen la oportunidad de ser cazados en sus aulas. De hecho, hemos admitido que los ejercicios, el miedo y la tragedia se convierten en parte de la experiencia escolar. Es la consecuencia natural del tratamiento del segundo cambio como santo que nuestros hijos.

Pero no tiene que ser así. No es demasiado tarde. Y digo esto como un demócrata liberal, que también cree profundamente en el derecho a responsable del arma. Estas dos verdades pueden coexistir. Podemos adoptar leyes razonables que generen derechos constitucionales con seguridad pública. Podemos financiar programas de salud mental. Podemos dar a los maestros más que la carga imposible de ser escudos para sus alumnos.

No podemos pedirles a nuestros hijos (y maestros) que lleven la carga de nuestra inactividad. Llame a sus representantes. Vote por los candidatos que prioricen a los niños. Apoye a las organizaciones que funcionan para reformas. Habla, incluso si es incómodo. Y, sobre todo, decida traer más amor al mundo que el odio, porque así es como somos la cultura que nos mantiene aquí.

Maggie Labranch Guzman es padres y abogado. Ella vive en San José.

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